Recuerdo de Slawomir Mrožek

La Jirafa

Portada del libro que me encontró
en alguna librería de viejo.

Józefek (aquel chaval tan gracioso al que el pelo le crecía hacia delante) tenía dos tíos paternos. Uno distinto del otro.
     El primero, el mayor, vivía en una planta baja de la calle de las Hermanitas Asqueadoras, un callejón adyacente al monasterio. («Que no me hablen de esas modernidades, pisos altos y cosas por el estilo; no hay nada mejor que una planta baja»). Ocupaba una habitación espaciosa, repleta de libros viejos. Los libros estaban alineados en estanterías medio consumidas por carcomas que con el tiempo habían muerto de aburrimiento con la boca llena de virutas de madera. Ocurrió una vez que, durante una de las visitas a la casa desu tío, Józefek tropezó con una estantería y le cayó un libro en la cabeza. Józefek se desplomó en el suelo y la criada tuvo que ir a la farmacia a por vendas. El libro se titulaba El espíritu contra la materia.
     El tío nunca abandonaba la habitación. Permanecía sentado delante de un alto atril y escribía. Debía ser algo interesante, porque llevaba cuarenta años escribiendo lo mismo. La premisa que subyacía a su obra rezaba: «Breve descripción apriorística del mundo, es decir, ¿cómo sería el mundo si la Tierra no fuera esférica sino al contrario?».
     Una vez Józefek le preguntó a su tío:
     —Tío, ¿cómo son las jirafas?
     El tío no tenía ni la menor idea de cómo eran esos animales, porque desde hacía cuarenta años no hacía más que escribir su obra de marras y nunca había abandonado la habitación. Y no leía sino disertaciones sobre la idea absoluta, la voluntad absoluta, la subjetividad ideal del mundo, la antitrascendencia, la paracomplejidad de las impresiones y el solipsismo, sin contar el ya mencionado libro El espíritu contra la materia.