Vincent


Vincent de Tim Burton; narración: Vincent Price, 1982

Vincent Malloy is seven years old,
He's always polite and does what he's told.

For a boy his age he's considerate and nice,
But he wants to be just like Vincent Price.

Jorge Ibargüengoitia

En 1965, Ibargüengotia dio esta charla, dentro del ciclo “Los narradores ante el público”, organizado por Literatura del INBA. El asunto de esta actividad consistía en exponer el punto de vista de los escritores en torno al oficio de escritor y la literatura ante quienes se suponían público del narrador en cuestión. También se suponía que los autores debían llevar un texto y algunas cuartillas de su trabajo en proceso. Ibargüengoitia no hizo ni lo uno ni lo otro, él empezó explicando que “escribo porque escribo, porque soy escritor”, y ya si nadie lo lee pues “ni me importa ni me interesa”: él está más allá de la fama. Luego despotrica contra los directores de teatro, en realidad despotrica contra Luis G. Basurto que destrozó la puesta en escena de Susana y los jóvenes, y cuenta con cierto cinismo y autoescarnio algunas situaciones personales que se convirtieron en materia de Los relámpagos de agosto; pero al final, inocentemente, quiere entablar un diálogo con el público y éste fue el agradable resultado:




Acervo Audiovisual | Coordinación Nacional de Literatura
del Instituto Nacional de Bellas Artes

Papeles inesperados

Monkey Business

Ahora ocurre en Suecia, la consabida broma de las pinturas de un artista que los críticos alaban y los coleccionistas compran. Se alza el telón: un chimpancé. Escándalo, frases del tipo “qué se puede esperar de un arte degenarado”, “antes había que saber dibujar”, “siempre habrá un idiota para crear un pillo”, etcétera.
Un regalo inesperado
     Fotos de los cuadros de Chimp en Paris-Match: son excelentes pinturas, los coleccionistas y los críticos tenían razón. Cualquiera de esas pinturas vale más que tanto Dupont o Fernández que andan por ahí. A los que se indignan de la "farsa" no se les ocurre pensar que Chimp ha embadurnado docenas de telas (como cualquier pintor) pero que un entendido ha seleccionado tres o cuatro para la exposición, exactamente como César elige un viejo motor de auto aplastado entre cien o doscientos y lo presenta como una escultura propia.
     Cuando descubro (como hace poco, en la rue Jacob) un admirable agarrache nacido de la superposición de diez afiches trabajados por la lluvia, los niños, los perros, el sol y los vientos, sé que tengo el derecho de desprenderlo del muro, firmalo y exponerlo. Mi visión y mi placer, últimos eslabones de una incalculable secuencia del azar, completan lo que se ha venido urdiendo, el juego de relaciones y tensiones, la estructura que la sensibilidad encuentra bella. Cómete tu banana, Chimp, tú y cualquiera pueden embadurnar telas, pero hace falta el otro que las mira y de la entera baraja saca la carta cargada de poder, el blasón de una poesía tramada entre muchos, desde tantas casualidades, a través de infinitas pérdidas, para dar de cuando en cuando una obra perfecta en la que algo han tenido que ver un chimpancé o un día de lluvia.